“ Caminé hasta el mar,
sólo para lanzar
piedras a unas olas,
Que, a juzgar por la
espuma- estaban más furiosas que yo
Y cuando la marea me devolvió las piedras de vuelta,
me las metí todas en los bolsillos.
Y ahora están tan llenos de miedos que mis pies no aguantan
el peso de mis pasos.
Y caí de rodillas en la arena,
Derrotada, herida.
Casi olvidé que estaba viva. “
7 26 de la mañana.
Me he despertado con ganas de volar, de subirme a los lomos
de un pájaro y tragar algo de libertad durante un segundo.
Pero de vez en cuando la vida es irónica y en vez de volar
con los pájaros, estoy sentada en el asiento 9B de un AVE.
Aparentemente quieta, aparentemente inmóvil y sin embargo mis
pensamientos viajan a más velocidad que el mismo tren.
Me siento extraña en mi propia piel.
A veces pienso que nací para ser orca, caballo, pingüino,
loba, o delfín. De ahí que pueda capaz
de entender a cualquier especie, menos a la mía. Menos a mí.
Así que si eres tan humano, que no eres capaz de ponerte en la
piel de un canario, de entender la vulnerabilidad de una buitre… mejor que no
sigas leyendo. No nos entenderemos. Jamás.
Me siento extraña porque no entiendo.
Porque nunca he entendido.
Y porque me niego a entender.
Y porque hoy, para variar – siento rabia.
Que también existe.
Está aquí porque estoy triste, porque la tristeza de vez en
cuando se enquista, porque luchar contra dragones y perder todas las batallas en un día, agotaría a cualquier
príncipe.
Y me da rabia.
Porque estoy perdida.
Alguien ha apretado un botón rojo, y ahora todo ha explotado.
Débil, dicen.
Hoy, mi vida es de asfalto y no sé el nombre de quién ha plantado
semillas que no llegan a nacer.
En vez de árboles, en vez de frutas, me quedo con unas
raíces deformes que destrozan todo al crecer.
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